Cuando terminamos el año pasado la media de la Bluetrail, Antonio mi compañero de fatigas y de alegrías, me dijo: «para el año que viene la maratón». Y yo meado de risa pensé, «sí, sí, i que te lo vas a creer. Fuerte plasta este tío con la maratón». Pero tanto insistió, pero tanto, tanto, que en un arrebato, o desliz mental, me apunté, sin pensarlo mucho, allá por el mes de septiembre. Desde ese momento solo tenía dos palabras en la mente: maratón y Bluetrail. Bueno y tenía también dos frases enteras; «Dios mio qué he hecho y me cago en Antonio» (en verdad te quiero mucho amigo).
Toda mi vida he estado vinculado al agua, nadando o jugando a waterpolo, pero correr correr, solo tres años. Y decir maratón me producía un pequeño malestar, vamos que como buen aficionado al barça tenia según los merengues el cagometro alto. Pero me fui mentalizando y entrenando y poco a poco lo veía mejor, más posible más alcanzable. Pero aún así seguía pesando mucho la palabra maratón.
Me apunte a funcional, que así se llama ahora el ir a un gimnasio con un preparador físico. Me fue genial. Gracias Dani, y sobre todo gracias Lolo para haber pensado en mi para formar el grupo. Y cómo no, gracias a Fran por picarme como siempre en cada sesión de entreno y así forzarme a
mejorar. Eres un crack Fran y me alegro muchísimo de que hayas alcanzado tu reto de terminar la ultra. 102 km por Liam y por Actays. Felicidades amigo.
Luego comencé a entrenar los lunes con la gente del Clator. Qué grandes. Qué bien me vinieron esos entrenamientos con ellos y qué fácil fue integrarme en ese grupo, en esa otra familia. Son una gente maravillosa a los que espero convencer para que empiecen a conocer la montaña. El día que yo pueda ir al ritmo que van ellos y les pueda mantener una conversación y reírme con sus chistes, ese día me podré considerar corredor. Y cómo no, darle gracias también a mi otro Fran, por los buenos consejos que me dio para lograr terminar la maratón. Y los fines de semana, gracias a Leo y Dioni empecé a correr con los Carretas. Qué buenos entrenamientos, qué buenas sensaciones y qué buenos kekes me comí. Cada día estaba mejor preparado y más feliz.
Qué grandes personas había encontrado en el camino hacia esa maratón. Pero lo mejor estaba en el fondo y éste no era otro que los pichones, esa carga extra de energía, esa fuerza que trasmiten y que te llega al alma. Y sobre todos ese Marino grande, que con la transcandelaria me traspasó el corazón. Y esa Raquel, y ese Salva y Bassmat y Luis y Javi y Fran y Sonia y todos esos pichones que van relatando sus historia y te llegan y te inundan de energía cada rincón de tu cuerpo.
Los pichones corremos “dopados”, pero de sentimientos y energías positivas. De un chute tan grande que te hace subir el Asomadero con calambres, solo por ellos. Porque no solo corremos por nuestro disfrute y nuestra pasión, sino corremos por los que no pueden hacerlo. Qué alegría que te diga Marino o Lebasi que van contigo en la mochila. Yo les digo que van conmigo en mi corazón. Pero no todo fue tan maravilloso porque a dos semanas del día D, el día de mi primera maratón, me volvieron los problemas cervicales que ya el año pasado me dejaron dos meses en el dique seco. No me lo podía creer que a tan pocos días de lanzarme a esa aventura me pudiera quedar por el camino. Pero gracias a Basmat, y a la fe de que podía acabar esa maratón porque estaba en condiciones físicas y mentales de lograrlo aguanté el dolor y superé los miedos. Miedos incluso que me llevaron a decirle al pesado de mi amigo Antonio la noche antes de la carrera, que a lo mejor no estaba a las
7 en la parada de guaguas para subir a la Caldera. Y digo pesado porque fue terminar la maratón y empezar él con la matraquilla de que el año próximo hacemos la Trail, la de Vilaflor. Por Dios espero que no me convenza. Si lo ven, diganle que se deje de boberías.
Y la carrera fue como esperaba: un sinfín de sensaciones y emociones que me ha dejado un sinfín de recuerdos.
Yo no conocía la primera parte del recorrido y me sorprendió el hecho de que fuera tan corrible y que se llegara tan bien hasta Piedra de los Pastores. La pena ahí fue que la lluvia me obligó a correr una buen parte sin las gafas porque se me olvidó ponerles el parabrisas e iba mejor sin ellas a pesar de mi miopía. La bajada ya fue otra cosa, dado que yo no bajo muy bien y estaba un poco embarrado pero una bajada buena. Los verdaderos problemas me empezaron en el Asomadero. Porque a pesar de que me encontraba bien me empezaron calambres cada vez que intentaba subir un escalón, y agüita que divertido lo pasé porque, como ya saben muchos, escalones no faltan en el Asomadero.
Pues con paciencia y mucha risa llegué arriba sin saber que lo peor estaba por llegar. Y eso fueron las dos caídas que me llevé una de las cuales rompió uno de mis bastones. Ay mis bastones. Mi único deseo de Reyes. Qué mal. Pero lo peor fue que me fastidié la rodilla y no podía bajar corriendo. Qué mal rollo, qué bajona, qué tristeza me entró. Todavía a un km de la Corona y no podía correr. Pero decidí levantarme y caminar hasta la Corona y allí pensar como iba a llegar a meta, porque llegar sabía que iba a llegar. La sorpresa fue que comprobé que podía correr en llano, así que miré el reloj, vi que caminando y corriendo un poco podía llegar fácilmente al Puerto antes del corte y llamé a mi mujer para decirle que todo iba bien, que me llevara ropa limpia al Puerto y que iba a tardar un poquito más de lo esperado porque “quería disfrutar la carrera, tras unas pequeñas caídas”.
Y ahí empezó otra carrera, la del pichón, donde ya yo sabía con certeza que no corría por mi, sino por los que no pueden, porque jodido como me encontraba sabía que podía llegar sin problemas, si me esforzaba y enrabietado me empezó una llantina tonta que me dura hasta este momento que estoy escribiendo. Esa sensación de que tienes un nudo en la garganta y se te tuerce la boca, pues así estaba. La emoción a flor de piel. Así llegue al Maritím en donde saqué mi banderola pichón y a seguir. Mi mujer me vino a buscar al peñón y desde ahí vino conmigo. Gracias gracias y mil gracias por apoyarme tanto y por acompañarme esos km. Esta maratón también es tuya. Y durante ese tramo cada vez que alguien me decía algo me salía una lágrima y me dejaba sin palabras. Y la entrada a meta qué decir, se la pueden imaginar.
Y el año que viene… repetimos.
José Maza
