Fuimos preparados a coger el transporte que nos llevaría al punto de partida de la prueba, pero nos avisaron que tenía retraso y había que esperar (qué raro en la cartelería de horarios no estaba el transporte para la carrera inclusiva). Dudábamos que se fuera a realizar ya que el otro equipo que venía de Santa Cruz tampoco había salido y la hora de la comenzar se acercaba. Al final con transporte privado (gracias Elsa y Guardia) logramos llegar, pero no al punto de partida sino a uno intermedio.
Qué bien los tres equipos preparados, con mucha ilusión, compañerismo y ganas de disfrutar.
Hora de partir, ¿Quién da la salida? pues nosotros mismos, cuenta atrás y a correr.
Se acabaron las penas y a disfrutar con el gran equipo de pilotos que me llevaban (Myriam, Alicia, Diego, Luis, Lolo y hasta Isidro que se acercó para ayudar).
Disfruté durante todo el camino, no dejaban de preocuparse por mi, y yo por ellos. Tuvieron momentos difíciles de movilidad, ya que el camino era estrecho, escalones de subida, vallas poco fiables, y ¡mi peso! Todo junto complicaba el recorrido. Pero todos ellos desbordaban alegría, ganas de seguir. Se terminó lo duro y llegamos a la carretera donde no hubo un momento sin risas y ganas de no acabar.
Llegando al final nos esperaban los otros dos equipos e hicimos el último tramo de la carrera juntos donde el aplauso del público nos daba más energía.
Antes de entrar a meta los tres equipos hicimos un acto de protesta por el trato recibido, pero nuestra unión, abrazos y el esfuerzo realizado compensaron todo lo malo que pudo pasar.
Gracias pichones por hacerme sentir parte de vuestras piernas y llevarme en volandas a cualquier meta. Un fuerte abrazo, Juanma.