Desde el 2020 apuntada en la carrera de mis sueños y se hizo de rogar. Todo un año deseando que llegara el anhelado y temido momento, aplazado obviamente por la pandemia mundial, y no pudo tener mejor resultado. Sé que muchos corredores ven las carreras de forma competitiva, y claro está, están en todo su derecho.
Mi humilde objetivo era no lesionarme, no ser la última (a ser posible), lograr terminarla, y atravesar la meta con la banderola pichona y la más amplia de mis sonrisas. Y el objetivo se cumplió.
Llegamos a la Vall de Boí el viernes previo a la carrera de 26km (bueno, casi 27km), un valle maravilloso del pirineo de Lleida; mis hermanas me acompañaban en esta ocasión. Qué mejor forma de afrontar este reto personal que con la familia. El ambiente era inmejorable; un festival del Trail Running en toda regla en época de pandemia, con todas las medidas sanitarias que requería un evento de tal magnitud. Con mi inocencia, retiro el dorsal y repito el ritual previo a las carreras: ceno pasta y cerveza sin alcohol y preparo todo el material. Pongo el despertador a las 6:30, la salida estaba prevista por tandas a partir de las 8:00 de la mañana.
El día D a la hora H, estaba preparada y casi nada nerviosa, inocente de mí, sin saber el gran esfuerzo que tendría que llevar a cabo en las siguientes horas. La organización tuvo el magnífico detalle de agruparnos a las féminas en una tanda sólo de chicas, con lo que en el cajón de salida los pelos se me pusieron de punta. Sonaba el tema celta I´m shipping up to Boston, y nos dieron la cuenta atrás en catalán…. SORTIDA!!!!! Daba igual cómo lo dijeran, las emociones no entienden de idiomas!
Y allí estaba yo disfrutando a la par que sufriendo durante los primeros 13 km y un total de +1.700 m de desnivel positivo, que se dice pronto. Una porque a veces es un poquito ignorante y cabezota, que si lo llego a saber… madre mía aquella cuesta no terminaba nunca! Llegué al corte con 40 minutos de antelación y me vine arriba, igual podría concluirla en tiempo! Pero apareció ante mí el pico de Comaminyana…. Buff!!!! Nunca mejor dicho… qué peligro!! Tocaba crestear la cima con precipicios a ambos lados. Eso sí, había mucha seguridad y medios de rescate disponibles. Tanto es así que me gocé en directo un rescate en helicóptero realizado por los bomberos de la comunidad de Cataluña evacuando a un corredor lesionado. Tras presenciar el rescate en vivo y en directo, tocaba bajar, y bajar, y bajar….. Qué interminable y dura me resultó la bajada. A 4km de meta fui consciente de que no llegaba al tiempo límite de 7 horas y me dediqué a disfrutar del paisaje bordeando el río a mi ritmo de tortuga. Atravesé el río Noguera de Tor por un puente a escasos 200 metros de la meta ondeando mi banderola y recibiendo el aplauso de los allí presentes al leer el mensaje, sintiéndome orgullosa de ser pichona. Nada importaban las 7:42 horas que tardé en llegar frente a las 2:42 horas que tardó en llegar el ganador a meta. Yo disfruté lo más grande y en meta me esperaban mis hermanas, animándome en esos metros finales.
Como puso mi madre en el chat de la familia: Ayyyy….. qué necesidad!! Bueno, ella corre por esa causa. Sin palabras, BENDITA LOCURA