Y con el nivel 3 me llegaron dos pruebas en un mismo fin de semana, en ambas debutaba y en ambas me tocaba enfrentarme al mar al que le he tenido respeto desde muy niño.
Así, me presento junto con mi hijo en la tarde del sábado a disputar el acuatlón. Tomo la salida de la carrera a pie que eran dos kilómetros y medio. Una salida explosiva que poco o nada tiene que ver con mis carreras de larga distancia, me quedo cerrando el grupo y así llego al mar para nadar un kilómetro. Me tiro al agua de manera decidida pero pronto empiezo a no estar a gusto, no consigo nadar en línea recta, la segunda boya parecía que se estaba riendo de mí, tan pronto la tenía a la derecha como tan pronto la veía a mi izquierda, mi nado no era fluido y el pesimismo empezaba a apoderarse de mí. Llegué a pensar en retirarme y no tomar la salida en el triatlón.
En ese preciso instante me doy de frente con un nadador que ya venía en la segunda vuelta. Tuve que parar a colocarme las gafas y tener una charla conmigo mismo, debía tranquilizarme, centrarme en mi nado e intentar llegar a la playa para abandonar, pero en ese trayecto me vinieron a la cabeza los momentos de entrenamiento en la piscina, los mensajes de ánimo de mis pichones y de mi familia: eso hizo que me empezara a relajar y mi nado fuera un poco más fluido, casi sin darme cuenta llego a la playa y decido no abandonar, (los gritos de ánimo de Iker y Janett desde el muelle y el sentimiento pichón en mi cabeza), me hacen afrontar la segunda vuelta en el mar que fue mucho más fluida que la primera. Llego a la playa, paso por el box, me calzo las zapatillas y a correr… Y ahora si estaba en mi medio…. comienzo a correr y a remontar algunas posiciones, me empiezo a sentir muy a gusto pero justo en ese momento encaro la recta de llegada y logro terminar la prueba.
Muy contento por haberla terminado y sobrepuesto al mal momento que pasé en el mar y así me voy para casa a descansar, ya que, al día siguiente tocaba madrugar para afrontar el triatlón, una prueba que jamás imaginé que iba a realizar.
Llego bien temprano a pasar el control de material y en el calentamiento me mentalizo que debo nadar tranquilo con mucha concentración para intentar mantener un nado fluido, y así fue. Llega el momento de la salida; muy relajado dejo que el resto de participantes entren en el agua y me tiro cerrando el grupo, empiezo a nadar muy concentrado con la respiración y con las brazadas, siento que estoy nadando más rápido que en el acuatlón y no me cuesta fijar un rumbo recto hacia la boya, eso hace que poco a poco me venga arriba hasta que giro para regresar y se presenta mi primer problema: el sol me da de lleno en los ojos cuando saco la cabeza a respirar hacia el lado derecho y no me deja ver bien la siguiente boya. Voy en un grupo y decido bajar un poco el ritmo para que me adelanten y tenerlos de referencia. (No se si fue una buena idea pero me funcionó) y así llegué al último giro para encarar la playa donde estaba el arco de salida, que era rojo y era imposible no verlo (jajajaja). Así llego a la playa y realizo la transición a la bicicleta. Comienzo a subir a Guía de Isora y empiezo a recuperar posiciones y a sentirme mejor. A medida que los kilómetros pasaban llego arriba y de nuevo para abajo. Cuando más disfrutaba del descenso llego a Playa San Juan y realizo la transición hacia la carrera. El cuerpo me pedía más ritmo y se lo di, al igual que en la bici sigo recuperando posiciones y sintiéndome muy a gusto con el paso de los kilómetros, casi sin da rme cuenta me veo finalizando la segunda vuelta y terminando mi primer triatlón algo que no hace mucho tiempo lo veía imposible para mi.
Esto puede ser la primera piedra de algo más grande… Continuará….