Siempre digo que una carrera comienza desde el día que decides realizarla. Desde que Domingo me pidió ser su compañero supe que iba a ser un Faro a Faro diferente. El llevar de compañero a alguien que has visto crecer se unía a que iba a ser mi primer Faro a Faro como Pichón y curiosamente, justo unos días antes de cumplir mi primer año en Pichón Trail Project.
En junio comenzamos con los primeros entrenamientos, compartiendo tiradas largas con los compañeros de Pichón Trail Project que también iban a realizar la prueba. Denominamos pichonismo a esa cantidad de horas que pasábamos juntos. Te vas dando cuenta que tienes una gran suerte al poder tenerlos a tu lado, algo que ya intuía por los ratos que habíamos pasado en las otras carreras y que en Faro a Faro me lo confirmaron. Así llegamos a los días previos a la carrera donde decidimos compartir casa en Buenavista y donde viví una gran convivencia llena de pichonismo.
Llegó el día sealado. Nos tocaba madrugar para ir a la estación de guaguas para realizar el traslado hasta el Faro de Teno. Allí nos encontramos con el resto de aventureros y con los compañeros pichones que no pudieron pasar parte de la noche en Buenavista. Desde que nos vimos conversamos y entre todos nos regalamos momentos de pichonismo hasta que llegó el momento de la salida; nos deseamos suerte y nos dimos un abrazo y comenzaba la carrera donde todos y cada uno de los pichones que tomábamos la salida llevábamos en nuestra mochilas, aparte del material obligatorio, a todos los que padecen la esclerosis múltiple, porque ese es nuestro objetivo, ayudar a visibilizar una enfermedad que hace que aquel que la padece tenga que vivir una ultra todos los días de su vida y eso es algo que ningún ser humano debe padecer.
A lo largo de la carrera nos fuimos encontrando con nuestros familiares, tanto los de sangre o apellidos, como los que llevan sudaderas azules; y les puedo garantizar que es muy emocionante mirar al horizonte y ver a un ser querido o a alguien, que aunque sólo conozcas de las carreras, sabes que está empujando en la misma dirección que tú, se te pasan por la cabeza todos esos momentos que he vivido como pichón este último año, acto seguido se te erizan los pelos, se te pone un nudo en la garganta y terminas dándote un subidón de energía tremendo por que te sientes parte de algo muy importante. Y así tuvimos la suerte de llegar a meta y poder sumar 74 km para nuestro contador solidario.
Francamente llevo muchos años corriendo y de lo único que me arrepiento es de no haber sido un pichón mucho antes.