Curiosa y novelera por naturaleza, valoro cada día más que mis amigos me sugieran, me regalen o estén dispuestos a compartir cosas como: un libro, una película, unos conciertos, la conversación que necesitas en el momento preciso, un café, un whatsapp a destiempo, unas palabras de ánimo…creo que les correspondo con las mismas atenciones…Y así un día llegó, sin esperarla una “pulsera amarilla” con el hashtag “tus piernas son mis piernas”. Transcurría mediados del año pasado. Me la puse sin saber bien qué era la esclerosis múltiple. Y así, comencé a seguir el proyecto Pichón Trail en redes sociales, y con una idea muy vaga sobre esta enfermedad acabó el 2017.
Comenzó 2018 como los tres o cuatro últimos años: con la San Silvestre por las calles de La Laguna. Como a principios de año, a uno le da por ponerse trascendental y planificar el futuro, así de ingenuos somos, envíe un correo a Pichón Trail Project: “Hola, soy Bea, llevo tiempo siguiéndolos por redes sociales y hago carreras populares. Estoy pensando que si no hay que estar federados ni ser un corredor de alto nivel, me gustaría correr con la camiseta y colaborar con el proyecto, en la medida de lo posible”. Respuesta casi automática de Dioni: “Mejor hablamos por teléfono y te explico”. Había poco que explicar, “todo suma y encantados de que te unas a esta familia”, me dijo ilusionado. Sin tiempo para arrepentirme, acabé lanzada a los leones, al chat de corredores, así, sin más.
El año sigue su curso y llega la primera asamblea de Pichón Trail Project. Conocía a Leo y había hablado por teléfono con Dioni. La asamblea fue un punto y aparte para entender dónde me había metido. Micro-proyectos, proyecto Mielina, fisioterapia, piscinas, ayudas asistenciales, amigos solidarios, kilómetros y más kilómetros. De allí salgo con pulseras solidarias para colocar entre mis amigos y recaudar fondos, una banderola con el lema de la asociación, ‘Corremos x la Esclerosis Múltiple’, y una camiseta prestada para mi primera carrera como una pichona más: los cinco kilómetros de la Nocturna de La Laguna. Desde ese día “debía” escribir unas palabras para el blog, y ahí ha quedado la deuda, hasta hoy, que espero dejar saldada. Ya está bien de postergar.
Por casualidades de la vida, con Leo, mientras compartíamos algunos desayunos deluxe y me iba contando detalles y anécdotas, yo escuchaba y aprendía. Llega mi camiseta, la nocturna de Garachico, mi primera colaboración en el estand de la asociación, pichones por todos lados dispuestos a ayudar. La carrera popular de Taco, la nocturna de Binter. Y mi aportación estaba ahí, se reducía a ir sumando kilómetros de cinco en cinco, informarme, compartir en redes…
Junio 2018. Llega la primera sesión de las II Jornadas del Proyecto Mielina en la Universidad de La Laguna. Allí vamos. Proyectan el documental Esperanzas múltiples, del director Darío Villaverde, que recomiendo igual que la película 100 metros, dirigida por Marcel Barrena. Ahora sí, empieza un diálogo con personas que padecen esclerosis múltiple. Marino (nuestro presidente), Isabel y algunas personas que estaban entre los asistentes, nos cuentan su testimonio como si estuviéramos en familia. La esclerosis múltiple, con sus mil caras, su difícil diagnóstico, enfermedad degenerativa, llega sin avisar, sin anestesia y sin contemplaciones, como la mayoría de las enfermedades. Todos tienen palabras para las familias, los amigos, los pequeños ejércitos de salvación. Ahora sí, ‘Tus piernas son mis piernas’ ahora cobraba sentido.
Llega mi siguiente carrera y como compartimos genes noveleros, arrastro una vez más a mi amigo Santi hasta Buenavista del Norte: III Carrera Nocturna Parkinson Tenerife, 7 kilómetros. Llegué la última, aquí la foto que lo demuestra. Parte del recorrido lo hice en compañía de dos voluntarios que, con escoba en mano, me animaban a que después de la última “pechada”, me echara a correr “al golpito”. Y yo solo me repetía “cuánta razón tienen Javier Rabanal y David Torrejón, mis entrenadores de sala, o me pongo a correr en serio o abandono, así no puede ser…”.
La carrera terminó y una llega a casa después de haber cruzado la isla de punta a punta, comerte un bocadillo en ruta y planificar con Santi una carrera para el próximo mes. “Rendirse no es una opción”
En casa, ya de madrugada, la cabeza se poner a rumiar, a procesar lo sucedido. Lejos de sentirte mal, porque has llegado la última, y todos tenemos nuestro ego, descubres que te sientes muy bien, que sientes un gran bienestar. Obvio que en mi caso no se debe a mis marcas deportivas. Ese bienestar, esa sonrisa, esas endorfinas son causadas por las personas que me rodean: voluntarios que no te conocen y te animan a continuar. Y Santi, que siempre mira hacia atrás para confirmar que sobrevivo y me espera en la meta. Mi pequeño gran ejército de salvación espera mi foto y sé que con una sonrisa cómplice y socarrona, comentan: “Bea y sus locuras”.
Y por supuesto, en otro nivel, en el nivel de lo inesperado, de la serendipia, ahí aparece Pichón Trail Project. Los usuarios de los micro-proyectos, esa valiente nadadora de La Gomera que me dejó sin palabras con su relato, Isabel, Marino, el señor que tenía a mi lado en las jornadas y que nos contaba cómo entrenaba para combatir los brotes de la enfermedad, todos esos corredores a los que poco a poco voy conociendo, y podría seguir sumando… Ahora sé qué supone correr con la camiseta rosa y con la banderola atada al dorsal.
Y al final llegas a una conclusión, la única posible, que de tan simple te asusta: se trata de personas que nos encontramos, nos enriquecemos, nos cuidamos, nos comprometemos, nos protegemos, nos acompañamos, nos ayudamos, compartimos algo de nuestros miedos, de nuestras inseguridades… Y en todo esto, ahí es nada, se ha convertido Pichón Trail Project para mí.
Poco más que añadir, sí animar a todos a participar, como amigos solidarios, como corredores, como seguidores de Facebook, como quieran o puedan. Todo suma, queda mucho por hacer, por visibilizar, por investigar y, por supuesto, muchos kilómetros por recorrer.
Y, por cierto, tenemos unas camisetas, bañadores, viseras, sudaderas… ¡tan bonitas y de tanta calidad que vuelan!, como los pichones.
Bea