Todo comienza en 2004, cuando mi padre y mis tíos, asiduos a hacer senderismo por la isla, deciden hacer el camino de Santiago. Al volver a casa, nos cuentan la experiencia, y año tras año, se van a hacer una semana de etapas, por los distintos caminos que podemos encontrar. Cada vez que regresan a casa, nos narran mil aventuras, de los caminos, de las personas que encuentran en ellos, de los paisajes, de las comidas, etc. Y ahí me empieza el gusanillo, de querer ir con ellos alguna vez para probar la experiencia. En 2013 me decido a ir, y así ya llevo cinco caminos.
Acabo de regresar de Bilbao, de hacer un tramo del camino del norte por la costa y es el segundo sabiendo que tengo EM. Aunque no hemos terminado en Santiago, la intención es volver otro año y continuar por donde lo hemos dejado. Este ha sido mi camino, con realmente conciencia de que tengo EM y como me afecta físicamente. Y aunque mi compañera de viaje quería descansar, dormir, quedarse en la cama, etc. La arrastré conmigo por ¨las greñas¨ todo el camino.
El año pasado no me dejó viajar, porque se empeñó en no dejarme mover las piernas como yo quería y producirme un brote. Pero este año tras salir de un brote bastante fuerte en la vista, me dije; ´Venga! Que tú puedes y ya lo has hecho más veces”.
Comenzamos el camino en Irún, frontera con Francia, con una primera etapa de 28km. Y yo pensaba… Uff lo que me espera! No quería ni mirar los perfiles, para no pensar en lo que me quedaba por delante y era preferible ir a ciegas. Aunque no podía evitar escuchar los comentarios de mis compañeros de viaje, que comentaba entre sí, los km que quedaban, las subidas que nos encontraríamos, etc. Subíamos y bajábamos continuamente del nivel del mar, caminamos por barro y tramos en los que teníamos que pasar saltando porque estaban inundados.
Pero a la vez, pasamos por lugares maravillosos, con bosques frondosos, y vistas panorámicas. Encontramos también caballos y burros, por todo el camino, que se dejaban tocar sin ningún tipo de problema. Y el cantar de los pájaros que nos acompañó de hilo musical todo el camino.
No voy a decir que fue fácil, porque tuve mis momentos de agobio, y angustia de no saber si podría terminar ese día la etapa. De pensar que no tenía necesidad de estar allí sufriendo. Además de los dolores en las piernas y rodillas.
Pero cada día que llegaba al destino, e íbamos dejando atrás esos km, me sentía feliz de poder estar allí en ese momento, y poder disfrutar lo que estaba viviendo. Más aun sabiendo que hay personas que como yo tienen EM, y que si pudieran estarían allí sin dudarlo. Y yo no podía quejarme, porque yo lo estaba viviendo.
En total hicimos 153 km!! Me invadió una gran emoción al saber que lo había conseguido, y que por fin habíamos llegado. Ya se me olvidaron los malos momentos que pasé esos días. Y solo espero, que el próximo año pueda volver para seguir con el Camino.
Natasha