Desde hace algunos años vengo escuchando un latido lejano. Era fuerte pero yo lo escuchaba bajito. Un movimiento llamado Pichón Trail Project que iba haciendo cada vez más ruido y con el que colaboraba muy puntualmente.
Hubo amigos y amigas que me ofrecieron ser socia y llevar un trocito de la Asociación en la muñeca en forma de pulsera. También asistí a algún evento en el que a pesar de la lluvia había mucho calor, calor humano, sonrisas y solidaridad. Dejé de mirar para otro lado y pude escuchar como ese latido era cada vez más rotundo, cada vez más cercano.
Siempre hice deporte. Para competir, para cuidarme o para recuperarme de alguna lesión. Estaba bien, pero era simplemente deporte. Desde hace muy poquito, cuando salgo a correr o voy a nadar, hago mucho más que deporte porque tengo una causa, un objetivo compartido: nada más y nada menos que construir en equipo un camino para hacer visible la Esclerosis Múltiple. Ahora soy parte del latido y de los pasos hacia muchos retos con otras pichonas y pichones valientes que luchan cada día.
Los pichones y las pichonas son más que personas.Son esperanza y lucha, ilusión y sonrisas. Son energía de la buena, de esa que te invade en cuanto te acercas un poquito. De esa energía que te hace cosquillas en la barriga, que te levanta los pies del suelo cuando los vas arrastrando de cansancio y te viene a la cabeza alguna de sus principios: “Rendirse no es una opción”.
Pichón Trail Project es más que una asociación, es una familia con una manera de ver la vida, en la que las adversidades se reformulan y se convierten en oportunidades. Es un rinconcito en el mundo desde el que se están haciendo cosas muy grandes, que sin duda, cambiarán poco a poco la vida de muchas personas.
Hoy lucí por primera vez la camiseta de esta marea rosa en la que ahora nado. Hoy fui latido, fui energía y fui esperanza.
¡Gracias por darme la oportunidad de compartir con ustedes el camino!
Jennifer