Nos hemos propuesto visibilizar la esclerosis múltiple. Es nuestra tarea solidaria y desde hace tres años todos los que corremos con el Pichón en el pecho llevamos escrito en nuestras camisetas esa declaración de intenciones. Hace aproximadamente un año a alguien se le ocurrió la brillante idea de «mostrarnos» como grupo cohesionado y unido en una prueba, y se decidió hacerlo en la Maratón de Santa Cruz, en la modalidad de 8 km.
¿Las razones? sencillas y claras: es una carrera asequible para un abanico de corredores amplio, se celebra en la capital de la isla, tiene un impacto mediático potente, suele hacerse un domingo por la mañana, lo cual facilita la participación. A por ello, y además reforzamos el mensaje porque Marino, nuestro presidente, correría con nosotros. La acción fue un éxito y nos ayudó a consolidarnos como grupo, más si cabe, y a mostrar de manera fehaciente qué es la EM, y trasladar el mensaje que «aquí no se rinde nadie» mientras haya un pichón cerca.
El éxito cosechado y las buenas sensaciones obtenidas no se podían dejar pasar, y la fecha quedó marcada a fuego para este 2017. Por segunda vez volveríamos a salir a la calle en un bloque compacto, teñido del rosa de nuestras camisetas, para decir bien alto y claro que «tus piernas son mis piernas».
A partir de mayo se estaban celebrando las sesiones del Proyecto Mielina, y en alguna de ellas se propuso que esta intervención en el Maratón de Santa Cruz podría hacerse extensiva a las personas con EM que estaban participando en ese proyecto. Por supuesto, la acogida fue inmediata y con estos mimbres, el cesto que terminamos el domingo día 12 de noviembre.
De manera que, en medio de una prueba multitudinaria, 42, 21 y 8 km, allá fuimos los pichones en masa, cada uno con su dorsal, para salir en la retaguardia de la carrera de 8km, con las pancartas y los gritos de ánimo y un equipo de más de 40 corredores y casi 25 acompañantes, algunos con EM y otros amigos, compañeros, novios, hermanos, primos, conocidos…
El momento en el que alguien da la salida de una carrera está cargado de emoción. Cualquier deportista que lo haya vivido sabe que se revolucionan miles de mariposas en el estómago. El domingo 12 de noviembre la sensación se multiplicó por cien: caras de alegría, de nervios, de ansiedad. Aplausos dentro y fuera. Y una vez empezamos a correr, juntos los de las sillas de ruedas, los corredores más experimentados y los que sólo hacen una o dos pruebas al año (aquí cabemos todos, el que corre 1 km y el que corre 100), la marea empezó a subir, como sube la espuma, de manera progresiva pero llenándolo todo, contagiando a quien corría y a quien estaba por fuera, animando.
Fuimos con nuestra pancarta bien alta, turnándonos para empujar las sillas, bromeando, aplaudiendo, cantando, recordando nuestro mensaje por las calles de Santa Cruz. Y cuando faltaban algunos centenares de metros se nos unió el resto del equipo, a los que la EM ya no les permite hacer más distancia.
La emoción de esta carrera es indescriptible, la entrada en meta, coreando el «tus piernas son mis piernas», todos a una, animando a Marino en sus últimos metros haciendo un esfuerzo ímprobo, a Isa, Ana, Carmen, Juanma, Enma, Laly, Mercedes, Natasha, Betty… y cómo no con el empuje de nuestras corredoras y corredores con EM Sonia, Dalida, Julián.
Todo esto no tiene un precio, es imposible valorar con palabras el impacto emotivo que pudimos generar el domingo.
Al día siguiente de la carrera el vídeo de la meta había superado las 11.500 visualizaciones. Pichón Trail consiguió, con modestia y humildad, visibilizar que es importante normalizar el padecimiento de esta enfermedad, que es importante para la sociedad saber cosas de ella, que es necesario e imprescindible dedicar fondos públicos a la investigación en su tratamiento y cura.
Nos fuimos a casa con una gran sonrisa en la cara. Hicimos un gran trabajo, pero esto no ha hecho más que empezar.