Este reto empezó a gestarse tras la finalización de la Blue Trail 2016, en donde mi amigo David (el Americano) y yo nos propusimos otro reto, hacer juntos la modalidad Trail de 66 km de la Blue del año siguiente. Fue en ese momento en el que me dije que sería el paso previo para ir a Transvulcania, sería el pasaporte que me permitiría cumplir uno de esos sueños que uno se plantea cuando empieza a practicar y disfrutar de este deporte.
Y así fue, conseguimos entrar en la meta del Puerto de la Cruz los dos juntos. Logramos cumplir nuestro objetivo y yo mi pasaporte para la Transvulcania. A partir de aquí pensar y prepararnos para el nuevo objetivo planteado sabiendo que quedaban bastantes meses por delante. Para mí no sólo era un reto por la carrera en sí y por la distancia sino además un desafío en donde quería ponerme a prueba y saber si sería capaz de aguantar el nivel de entrenos a nivel físico, debido a mi perenne molestia en la rodilla. Y a nivel mental, saber si sabría mantener el nivel de motivación y de disfrute necesario para ello.
Y ese desafío también se consiguió logrando disfrutar del esfuerzo y de la dedicación a los entrenos. Así, de esta manera, nos plantamos la semana de la Transvulcania con los deberes hechos, con la eterna duda de si lo lograría o no, y con muchas ganas de disfrutar de la experiencia ya que me iba para La Palma acompañado de mis pilares principales (también se apuntó la novelera de mi suegra). Nos acogió la que yo llamo “nuestra familia palmera” con Rayco a la cabeza, que creo que estaba tan ilusionado o más que yo mismo en que fuese a correr la carrera y vivirla juntos. Gracias familia, gracias hermano!!
Y llegó el día de la carrera. Allí estábamos ultimando todo el material de madrugada, con las cosquillitas en el estómago y preparados para vivir por primera vez esta experiencia. Nos metemos en la guagua que nos llevará hasta el faro de Fuencaliente junto con los pichones Rayco, Jon, Javi y Luis. Fuerte risas nos echamos, si llega a durar un rato más el trayecto, el resto de los corredores que estaban en la gugua nos tiran de ella. Al bajarnos de la guagua, frío, mucho frío, y a esperar la salida.
Los primeros kilómetros se convierten en una gozada al hacerlos con Jon. El ir con él me hizo que los nervios se disiparan y pudiese vivir esos momentos con más nitidez. La gente que ha hecho la carrera te cuenta lo impresionante que es ver la serpiente de frontales subiendo desde el faro, pero hasta que no lo ves y lo vives tú mismo no llegas alcanzar a asumir la magnitud de tal imagen. La llegada a los Canarios es como sentirte protagonista de algo grande, da igual si te conocen o no pero la gente de La Palma te anima y te grita como si fueras un top. Justo antes de entrar en el pueblo oigo a uno de los fotógrafos aficionados que sigue la carrera, “animo pichón, mucha suerte”. No lo conozco de nada y me sorprende que nos reconozcan, pero al oirlo me produce una satisfacción enorme y se me viene a la cabeza ese “sentimiento pichón” de que no sólo corremos por nosotros mismos sino que corremos por más gente, que corremos por dar a conocer un mensaje, que corremos por la Esclerosis Múltiple. En los Canarios nos encontramos a Dalida y a Basmat que nos dan mucha fuerza y también está por allí la “familia palmera” que nos animan lo más grande.
Bajando hacia el Refugio de el Pilar, empiezo a notar que las piernas no van, que no voy cómodo, que tengo molestias, que no encuentro ritmo, que las sensaciones no son muy buenas, pero de cabeza voy bien y animado. En este punto de la carrera empieza nuevamente la sensación de fresco, hay niebla, algo de lluvia, lo que le da una rosquita de tuerca más a la carrera en sí. En el avituallamiento del Refugio,oigo al speaker que quedan 5 minutos para dar la salida de la maratón y decido salir pitando a pesar de no haber parado mucho a recuperar. Me veo de nuevo a la “familia palmera” gritando como locos animando, pero no veo a Gael y a Zulema. Me comentan que no pudieron llegar a tiempo y me embajono un poco porque tenía ganas de verlos aunque sea un momentito.
En el tramo de la Hilera, frío y llovizna. Siguen las malas sensaciones y las molestias en las piernas y empiezan los malos pensamientos, “si a estas alturas, con todo lo que queda de carrera estoy así, me va a ser difícil acabar esto”, “no estoy disfrutando, ¿vale la pena seguir?”. La subida del Reventón se hace complicada y dura debido al barro. Recuerdo sensación de agobio por exceso de corredores en esta parte de la carrera ya que empieza a llegar el grueso de corredores de la maratón, que evidentemente están más frescos y llevan un ritmo más alto. Bastones por detrás, bastones que te plantan delante para poder pasarte,… Salimos de las nubes y nos recibe el viento.
En el avituallamiento del Pico de La Nieve me cruzo con Rayco que justo iba a salir.Me pregunta que como voy y le comento que no tengo buenas sensaciones. Me pienso por un momento reponer líquidos y seguir con él pero decido quedarme, parar, comer tranquilo e incluso sentarme un rato a descansar. Que rica estaba la sandía y la coca cola. Me quedo aquí unos 15-20 minutos, no sé con exactitud. Cuando voy a salir llegan Jon y Tony. Jon tampoco va muy bien pero me dice que siga y salgo con Tony en busca del siguiente avituallamiento, pero no puedo seguir su ritmo y decido echarle cabeza a la cosa y gestionar la carrera ya que estamos en la parte más dura de la misma.
Camino al Roque de los Muchachos sigue el viento, y aparece calor, mucho calor. Me invaden los fantasmas, las dudas, la incertidumbre, no estoy disfrutando nada de la carrera. Pero en un punto determinado me paro, levanto la cabeza y me encuentro con unas vistas impresionantes de La Caldera de Taburiente y me doy cuenta que somos unos privilegiados, porque somos nosotros los que hemos decidido estar allí, porque somos nosotros los que hemos decidido hacer algo que nos apasiona en un entorno impresionante. Y ahí doy con la tecla para cambiar mis pensamientos negativos, decido vencer a los fantasmas, decido que tengo que seguir adelante por mí, pero sobre todo por aquellas personas por las que corremos, por aquellas personas que no pueden hacer lo que yo estoy haciendo en esos momentos. Miro a mis pulseras pichonas, las leo y pienso en todo lo que representan y las personas que están detrás y me digo a mi mismo que, “esto lo termino yo”. Casi llegando al Roque está Dalida encaramada a unos riscos. Después de los malos kilómetros que he pasado el verla me da si cabe más fuerza, por todo lo que ella transmite. Le doy un beso y sigo adelante. Llego al avituallamiento del Roque de los Muchachos y entiendo que tengo que hacer otra parada larga si quiero llegar a los Llanos, comer, beber, sentarme un rato y descansar. Mientras estoy comiendo saco el móvil y empiezo a escribir a mi hermano, le digo que estoy medio jodido y se preocupa, pero le digo que tranquilo, que de aquí solo queda bajar. No me acuerdo que más compartimos pero esa conversación me da tanta fuerza que siento que su corazón se une al mío para llegar hasta el final, que mis piernas tienen que ser las suyas y que debo entrar en meta con mi pancarta en alto, así que me levanto y le digo que me voy para abajo.
Aquí empieza otra carrera para mí. Me empiezo a encontrar bien, las piernas comienzan a ir de nuevo y desaparecen las molestias. La bajada hasta Tazacorte es larga pero bajo bien, cómodo y empiezo a pasar a mucha gente. Me noto contento y disfrutando de este momento de la carrera. Llego a la Torreta del Time, me encuentro a los pichones bomberos, foto de rigor y seguimos bajando. Alcanzo a Roberto de Actays que está haciendo la maratón y compartimos algunos kilómetros, las risas de siempre, e impresiones. Nos recordamos las causas por las que hacemos esto, por Liam, por las personas que conviven con la Esclerosis Múltiple. Lo dejo y sigo mi bajada a Tazacorte. La última parte de la bajada la hago volando (benditos entrenos en el Centro de Alto Rendimiento de la Rambla de Castro)
En Tazacorte me encuentro con Gael, Zulema y Ana. Tenía unas ganas enormes de verles las caras. Ver la cara de mi hijo al verme aparecer en el paseo es una de las cosas que no se me olvidarán jamás. Les digo que me siento increíble y que suban rápido a los Llanos que no tardaré mucho en llegar. Enfilo el barranco de las Angustias y me siento increíble, paso a muchos corredores, parece que estoy empezando la carrera.
Enfilo la larga recta que lleva a la línea de meta de Los Llanos, y me doy cuenta que esto está hecho, que lo he conseguido, que he conseguido vencer a mis fantasmas. Entro en la alfombra y veo el arco, saco mi pancarta y la despliego, la gente aplaude, grita y allí están esperándome las dos personas más importantes de mi vida para entrar conmigo en meta(junto con el jiribilla, que ha entrado más veces en la meta de Transvulcania que su padre)y llevar juntos la pancarta con el lema que nos identifica “Corremos por la Esclerosis Múltiple”, porque este reto también es en parte de ellos.No pude soltar una lágrima, cosa rara en mí porque soy de lágrima fácil, estaba seco, totalmente vacío, con la sensación de haberlo dado todo para estar allí, pero igualmente con una sensación de extraña y total felicidad. Y allí en meta me fundo en un abrazo con Rayco que sé que está tan contento o más si cabe de que lo hubiese conseguido yo que él mismo. Reto conseguido.
Pasadas algunas semanas de haber logrado terminar Transvulcania me siguen viniendo flashes de esta experiencia. Flashes que entiendo son los momentos más significativos de la carrera. El trayecto en guagua, los primeros kilómetros con Jon, la gente de La Palma, la lucha con mis fantasmas, las vistas de la Caldera que me permitieron dar con la tecla para cambiar esos pensamientos negativos, esos mensajes con el hermano en el Roque, la llegada a Tazacorte y la mirada de mi hijo, la entrada en meta con nuestra pancarta junto con Gael, Zulema y el jiribilla, ese abrazo con Rayco, ese grito de Marta diciéndome que lo conseguí, esa llamada a mis padres para decirles que lo conseguí y que estoy bien, y esa conversación con el hermano después de llegar.
En estas ocasiones uno tiene que aprovechar para reconocer y agradecer a las personas que han estado ahí apoyando y que han contribuido en la consecución de este modesto logro, y no voy a ser menos. Así, gracias a Gael y a Zulema por aguantar y comprender las ausencias, por querer vivir esta experiencia conmigo y compartir ilusiones. Seguiremos viajando en busca de nuevos retos y nuevas metas. Gracias a mi familia por el apoyo y por creer que lo conseguiría. Gracias David por esos entrenos. Gracias compay por ser mi fisio, pero sobre todo por estar siempre ahí. Gracias a tod@s los pichones por el seguimiento y por el apoyo, pero sobre todo por sumar kilómetros y por hacer posible esta bendita locura. Gracias a “nuestra familia palmera” por unos días maravillosos para recordar y repetir, nos sentimos como en casa. Gracias hermano por ser como eres y estar siempre ahí, por contagiarme tu lucha, por hacerme más humilde y más humano, yo soy tus piernas pero tú eres mi corazón.
Ahora toca parar, intentar reconducir esta rodilla, descansar para buscar nuevos retos, nuevos objetivos y seguir haciendo realidad aquello que nos propusimos cuando empezamos con esta bendita locura, visibilizar la lucha de las personas que conviven con la Esclerosis Múltiple. Lo que tengo claro es que seguiré sumando kilómetros, no sé si corriendo, nadando, en bicicleta o caminando, pero lo seguiré haciendo. Mis piernas seguirán siendo vuestras piernas. Juntos haremos que se oiga bien fuerte nuestro mensaje: “CORREMOS POR LA ESCLEROSIS MÚLTIPLE”
Jose Isidro.