Me dijo alguien una vez que todo maratoniano, en su primer maratón sufre, y a partir del segundo es cuando disfruta. Puedo constatar que al menos en el primero, el Gran Canaria Maratón 2018, yo sufrí como un perro para conseguir llegar a Meta. Nunca me había enfrentado a algo tan duro en mi corta experiencia en esto de correr, ni Ultras ni leches, es otra cosa.
Tras meses de entrenos preparando la carrera, muchas series, muchos tests, muchos kilometros de asfalto en los que conseguí que me gustara esto de correr rápido en terreno llano y cambiar el motor diesel a uno de gasolina, todo estaba listo.
La intención durante estos meses fue la de ir sin objetivo, “yo voy sólo a acabar” decía, pero las palabras de un sabio como Antonio Martín Rocha (el pichón F1), y de Julio (Pichón “Atodovas”) en un entreno durante las navidades me hicieron plantearme fijar un objetivo numérico y así lo hice.
Salí con el propósito de mantener el “ritmito” de 5:10-5:15 durante toda la carrera para intentar un tiempo final de entre 3h40m y 3h45m, y hasta el kilometro 30 todo iba según lo planeado. Hasta el kilómetro 30. Pasé el medio maratón en el tiempo establecido 1h50m. Aproximadamente y conseguí no cometer el error de venirme arriba forzando el ritmo y continuar el plan: SEGUIR IGUAL. Buena hidratación, buenas sensaciones, ningún problema muscular excepto alguna molestia en los gemelos, todo bien hasta el P**O kilometro 30.
Hasta ese momento vivía con la ilusión de que eso a los que muchos llaman “EL MURO” no existiera, pero si que existe, si. En el 30 sentí como mis piernas se quedaban vacías, como no era capaz distinguir lo que me dolía y lo que no, porque me dolía absolutamente todo de cintura para abajo. Un giro de 180º en un cono para dar la vuelta en una calle se convertía en un aviso muscular de “cuidado que se te va a subir el «vetetuasaberqué»”. Y así empezó la decadencia del ritmo, esos largos minutos en los que por mucho que lo intentes tus piernas no pueden ir más rápido, en los que sientes que los kilómetros se convierten en millas y que aunque la cabeza no falle porque está acostumbrada a horas de esfuerzo (Javi, farero, cuanto me acordé de ti en estos momentos), el resto del cuerpo lo único que quiere es parar y sentarse junto a ese señor que saborea su cerveza en una terraza de Vegueta.
El objetivo de 3h45m. se escapó, me adelantó la dichosa liebre en el kilómetro 35 y el intento por seguirla duró 100 metros y tuvo hasta algún gritito de dolor, cambio de chip total en ese momento, nuevo objetivo: LLEGAR.
Tocó sufrimiento hasta Meta para conseguir ser finisher en 3 horas y 52 minutos con una última parte de carrera preciosa por el ambientazo en todo el paseo de Las Canteras. Gente conocida de manera inesperada en ese paseo, choques de manos con niños, aplausos y gritos de ánimo, alguna lagrima al verla a ella unos metros antes de cruzar, algo impresionante. Contentísimo por llegar a Meta y en un tiempo nada despreciable para ser la primera vez que me enfrento a tremendo reto. Mi error de principiante: subestimé la distancia del Maratón, supongo que como todo el que lo corre por primera vez, así que lección aprendida y reto conseguido.
Toda una experiencia compartir reto con el resto de Pichones, ver a Misael marcarse un tiempazo en su primer Maratón, te vas a comer ese gran objetivo, gritarnos ánimos al cruzarnos, lo mismo con Li que también logró su objetivo de acabar (te quité el podium Pichón), con Roberto luchando por llegar a Meta de manera incansable, lo conseguiste máquina, y sobre todo cruzarme varias veces con Antonio, atrapado en el grupito de mujeres Keniatas y Etíopes (haciendo amig@s solidari@s en el África Oriental) corriendo a ritmos infernales me hizo alucinar, al final primer español en Meta, casi nada. Aunque no te guste por tu humildad, te mereces todo el reconocimiento que se te da y más, eres inspiración e ídolo para gente como yo, pero no solo por tu correr, sino sobre todo por tu ser. Enhorabuena por todo eso.
Enhorabuena también al resto de Pichones en el Medio Maratón y en los 10 kilómetros, todos con objetivos conseguidos, #regalandosonrisas y sumando kilómetros en ese reto de los #aporlos10000.
Y enhorabuena especialmente a Dalida, tu y yo sabemos lo que ha costado, esas noches de entrenamientos después del trabajo, con frío o con calor, con el viento de Los Majuelos o con la calima de Santa Cruz, esas mañanas de fines de semana sobre el asfalto de la Avenida Anaga, trabajando lo que finalmente conseguiste, correr durante 21 kilómetros y con un tiempo que decías que era inalcanzable para tí, pues ya ves que no, ya ves que si puedes conmigo PUEDES CON TODO, en tu día a día y en las carreras, a mi no me sorprendes, me ilusionas.
Un abrazo a todo el equipo Pichón Trail Project, gracias por los ánimos y el seguimiento, que gran familia esta.