Vuelta a La Palma, mi segunda isla, aquella en la que pasé todos mis veranos de la infancia, un territorio especial para mí.
El año pasado, en 2015, me quedé fuera del corte del Refugio del Pilar por solo 5 minutos, aunque analizándolo días más tarde fui consciente que tal vez dí demasiado rápido el salto a la Ultra y me debí haber quedado en la Maratón, ya dura de por sí y para la que estaba inscrito hasta última hora que decidí cambiarme de distancia. ERROR, había que asumirlo y lo hice, y por ello entrenaría todo el año hasta la siguiente Transvulcania, con la mente puesta en llegar a punto para la Ultra, este año sí.
Viajamos en barco el Miércoles, con el mar movidito y con la familia que me acompaña, mi hermana, cuñado y sobrinos, que harán que los días previos no me aburra demasiado y no tenga constantemente la carrera en la cabeza con los respectivos nervios, además en la Isla ya están mis padres, siempre pendientes de mí, mis retos y locuras. Mi padre, más palmero que los chicharrones, tiene esos montes por los que correré muy pateados, es consciente de la dureza de la carrera, pero sé que confía en mi y sabe que este año sí.
Mimado al 100% durante los días previos con comida especial, horas de sueño bien adaptadas, así da gusto!, y sin darme cuenta ya llega el Viernes por la tarde, al aeropuerto a recoger a Dalida y directos a cenar al Chipi-Chipi en horario guiri, donde hay tiempo para una agradable charla con los camareros, algunos también corren la Ultra al día siguiente y me dan consejos que se agradecen. La cuenta y nos vamos! toca preparar toda la mochila y directo a dormir, o a intentarlo…
2:00 a.m.: Mi padre está despierto incluso antes de que yo me levante, puro nervio este hombre. A ver a quien le entra ahora un desayuno!. Tostada, café con leche, zumo y fruta, costó pero finalmente ya esta todo dentro y ahora a por la guagua a Santa Cruz. Una vez allí besos de despedida y deseos de suerte antes subir a la guagua, en la que nada más entrar oigo un «Jon!», es el amigo Sergio de 7Raid que anda por allí y me siento a su lado, nos presentó Antonio, otro Pichón que es un grande de nuestro equipo. Coincidimos en El Hierro, en Vilaflor y en alguna carrera más. Es increíble como en apenas unos meses y solo con verse en algún entreno o carrera ya se forjan pequeñas amistades, lo que es, sin duda, la parte más bonita de este deporte, sentirte en familia.
Llegamos al Faro de Fuencaliente, nada de viento comparado con el año pasado, en el que recuerdo un frío espectacular antes de la salida, momento para pasar el control de chip, buscar a Rayco, el otro Pichón que corre la Ultra. No hay suerte, somos demasiados y me quedo con las ganas de la foto con el antes de salir. Me como un plátano apenas media hora antes de la salida y ya estamos con los nervios en la nuca, pelos de punta cuando suena AC/DC, cuernos arriba y cuenta atrás, 3, 2, 1… ARRIBAAAA, el grito de Depa que como cada año nos da el empujón para arrancar. Sprint a tope por la subida y el rodeo al Faro, este año no quiero estar 20 minutos parado en el tapón como ya me pasó el año pasado y que luego acabé pagando con tiempo perdido en el corte. Lo consigo, apenas me paro 10 segundos antes de pasar el embudo y sigo avanzando. En los primeros kilómetros voy adelantando corredores que han apretado como yo al inicio, pero que ahora no tienen el ritmo necesario, la montaña nos va colocando poco a poco en nuestro sitio y a mi también me adelantan algunos. Escucho otro «Jon!» de una voz conocida, es el máquina de Israel de Tecnoplac, dice que me reconoció por el pantalón y reconozco que va siendo hora de cambiar de indumentaria para las carreras pero este me costó sus buenos euros y hay que amortizarlo jejeje. Hice con Isra casi entera la K42 Anaga en 2014, y desde entonces siempre hay unos minutos de charla allá donde nos vemos, va con miedo porque hace apenas 3 semanas ha tenido un esguince de tobillo y no sabe como responderá, le comento mi intención única de acabar la carrera, que me da igual el tiempo y ya sin hablarlo nos damos cuenta de la conexión: vamos a hacer la carrera juntos.
Entre charlitas y buen rollo con más corredores llegamos casi a Los Canarios (km 7), ya se escucha a la gente aplaudir y gritarnos dando ánimos, esto es impresionante, los corredores que están aquí por primera vez van flipando, el resto flipamos pero no tanto. Se me vienen a la cabeza las imágenes de Induráin subiendo el Tourmalet lleno de gente haciéndole un estrecho pasillo con gritos de ánimo ensordecedores, bocinas y banderas… esto es igual pero con niños en pijama, señoras con su bata y mantas para abrigarse, QUE SUBIDÓN DE ENERGÍA! pero si son las 7 de la mañana!.
Un poquito de agua y Aquarius en el avituallamiento y seguimos. Allí está también mi familia, les saludo y me ayudan a guardar el frontal en la mochila y a sacar los palos, empieza la subida dura y toca darles uso. Isra se da cuenta que uno de sus bastones se ha partido sin haberlo estrenado, desde entonces y hasta el final irá con un solo bastón y le llamaré «El tío la vara», se lo merece, jajaja.
Empieza el ascenso y decido tomármelo con calma, voy 20 minutos mejor de tiempo que el año pasado y no es cuestión de desgastarme, mi intención es llegar al Pilar dentro de tiempo, pero guardando reservas para lo que queda después. La subida como siempre preciosa, con sus partes duras de arena volcánica y pendientes pronunciadas pero cuando echas la vista al Este, allí está el rojo amanecer, el mar de nubes y el Teide al fondo, que belleza. Me adelanta por un lado un chico de Archipiélago Trail con el que coincidí también el El Hierro y en algunas carreras más y del que no me sabía el nombre, más tarde un amigo en común me dijo que se llama Goyo, un puntal.
Por fin llegamos a Las Deseadas (km 16). Un poco de líquido, rellenamos bidones y compruebo el tiempo, ya son 27 minutos mejor que en 2015 así que no hay preocupación, queda una subida dura y una buena bajada y ya estaremos en el Pilar. Por allí está el gran Dailos García Pombrol, que este año no corre pero nos anima a todos y cada uno de nosotros, casi nada. La parte de la bajada invita a correr como un condenado pero decido reservar y bajar con trote cómodo, hay que guardar energías Jon!. Al subir un escalón de piedra me da un tirón en el aductor derecho, pero en 10 segundos la cosa se relaja y me permite seguir trotando. “Mejor no pensar mucho en ello, sé positivo!”.
Paso por el Pilar (km 25) con 24 minutos de margen sobre el corte y en mi cara se nota la satisfacción, el año pasado me quedé aquí, injustamente, porque sabía que era capaz de hacer un mejor tiempo, pero los tapones de gente no me lo permitieron, se puede decir que es la primera meta de la Ultra para mí y la he superado. El calor este año no es agobiante, eso también ayudó y mucho. Antes de pisar la alfombra un beso a la familia, paso el corte y a zampar sandía y melón como si no hubiera un mañana. Casi sin darnos cuenta Isra y yo nos hemos separado. Pensaba que iba más adelante pero según me dicen no ha pasado por el Pilar, me quedo algo preocupado por él pero estoy seguro de que lo va a conseguir. Continuamos la carrera entrando en la Pista de La Hilera, y aquí recuerdo las palabras de Chani, del Chipi-Chipi, que el día anterior me lo advirtió bien claro: «En la Hilera no corras sino en las bajadas, no te desgastes porque luego lo pagas» y esa frase se me quedó grabada, también ayudó que el camarero me la repitió 6 o 7 veces jejejeje, pero le hice caso y llegué con buena cara y buenas piernas al Reventón (km 32).
Cargamos los bidones delanteros y un tercero que llevo vacío dentro de la mochila también lo lleno de Aquarius, prefiero llevar un poquito de reservas por si es necesario. Escucho el grito de «Jon!, estás intratable!» jajaja, es Isra, el hombre del palo. Nos juntamos de nuevo y me cuenta que le sentó algo mal en un avituallamiento y tiene un pequeño problema estomacal y que sobre todo en las subidas se nota incómodo. Desde aquí empieza una pechada criminal que se nos hace eterna, en la que nos volvemos a despegar porque yo voy algo más cómodo. Se forman continuos grupos de corredores en los que nadie decide adelantar por no pagar el esfuerzo más tarde. Pasamos el Refugio de Punta de los Roques (Avituallamiento No Oficial) donde muchos corredores se detienen a beber agua, yo decido no parar, voy bien de líquidos, y en algunos momentos la temperatura baja demasiado como para estar parado. Me encuentro a un corredor con la camiseta de la K42 Anaga y me pregunta por mi equipo, el Pichón Trail Project, dice que ha escuchado hablar de nosotros y que le gusta nuestra labor, pero que no sabe como colaborar, se lo explico y se queda encantado, comprometido con que irá a colaborar con nosotros a HorizonTrail, gracias desde aquí!.
Bajamos al nuevo Avituallamiento del Pico de la Nieve (km 42), ya junto a Israel de nuevo y con un trote cómodo llegamos, aquello está que parece el Primark en Rebajas. No paramos mucho, llenamos agua, dos trozos de sandía y subimos hacia el Pico de la Cruz, esta nueva subida se ve que es improvisada porque no hay ni sendero marcado y tanto la pendiente como el terreno son muy duros, aún así consigo adelantar a bastantes corredores, me noto mucho mejor en las subidas que en los llaneos o en las bajadas, e increíblemente cuanto más dura es la subida mejor me encuentro, este no soy yo. Por fin aparece ante nosotros el Pico de la Cruz con su avituallamiento (km 46) y ya antes habíamos hablado que solo pararíamos si había algo de alimento sólido, pues de líquido vamos bien y queremos llegar sin problemas al corte en el Roque de Los Muchachos. No hay sólidos, pero al final una botella de Coca Cola nos guiña el ojito y no tenemos más remedio que parar a echarnos un vaso y seguir. Unos metros más adelante está de nuevo mi familia, que grandes! se merecen 3 medallas mis padres y Dalida por estar ahí arriba, aguantando calor, frío, subidas y bajadas mareantes en coche, menuda Ultra se están pegando, les doy un abrazo y un beso y me dan alas para seguir, al doblar la curva se me saltan las lágrimas de haberles visto allí, hay que ver lo que son capaces de hacer por mí, espero agradecérselo lo suficiente algún día.
«Vamos Isra, que ya solo quedan unos sube y baja hasta el Roque de Los Muchachos y si vamos bien pasamos el corte con 30 minutos». Isra no va bien, en las bajadas me deja atrás porque a mí lo de correr a estas alturas no me apetece nada, pero en las subidas le alcanzo y le adelanto porque según me dice va fatigado. Última subida hasta el Roque, durísima rampa que parece que no se acaba nunca, y según voy llegando me pongo a gritar «ANIMO CHICOS QUE YA ESTAMOS!!», «VAMOS TIO DE LA VARA!!», enloquezco porque llegar aquí y pasar este corte para mí es otro triunfo, otro subidón!. Finalmente pasamos con más de 20 minutos de margen el corte del Roque (km 51), por fin probaré los famosos Macarrones del Roque, que resultan ser fríos, secos e insípidos, no se si alguien me ha gastado una broma pero esto no hay quien se lo coma, decido irme a por sandía, melón y plátano y atiborrarme a isotónico y coca cola.
Recuerdo las palabras de Gustavo (tienda B-Runner) que me repitió varias veces: «No te apalanques en el Roque que allí el tiempo pasa volando» y lo compruebo con mis ojos, llevo un cuarto de hora hablando con otros corredores y pensé que habían sido sólo 5 minutos!. «Vamos, arrancamos que hay que bajar».
Empezamos la bajada, larga, dura y empinada hasta Tazacorte, yo apenas puedo trotar, en este momento no me encuentro nada bien de piernas, básicamente «ME DUELE TODO» y le digo a Isra que siga, el dice que me espera pero insisto en que no, que siga que yo aunque sea caminando llegaré abajo y finalmente le veo alejarse.
La bajada se convierte en una tortura, tienen razón aquellos que me dijeron que es la parte más dura de la carrera, en algunos momentos pienso en sentarme a descansar un rato, pero sé que puede ser peor el remedio que la enfermedad, y como bien dice nuestro lema «Rendirse no es una opción» y la táctica del «Palantismo» impide esas decisiones. Así que toca seguir, ¡VAMOS!
Poco a poco y gracias a chupar suela de algún corredor que me adelanta consigo ir acortando la distancia hasta la Torre del Time (km 61), allí bebo bastante y como unas pastillas de goma.
A partir de la Torre la bajada se convierte en una sucesión de piedras de las que no hay 2 que estén al mismo nivel, un infierno de bajada, además empieza a caer algo de lluvia y la piedra mojada no me ofrece mucha seguridad. Sigo trotando y por fin paso junto a unos señores, están allí parados con una garrafa de vino, ofreciendo a los corredores, y yo que lo llevo en la genética no dejo pasar la oportunidad y «pimpam! vasito vino pa’l gaznate», la verdad que no sienta mal del todo jajaja. Un poquito más abajo otro avituallamiento improvisado, con carpa, comida, bebida y un grupo tocando una parranda que hace que se me pongan de nuevo los pelos de punta, les doy las gracias por todo, me como un níspero y un Aquarius y sigo.
Pasamos el mirador del Time y comienza la ultima parte de la bajada, largas y empinadas rampas de asfalto que hacen que las rodillas echen chispas, seguidas de un zigzag de piedra tallado en el acantilado, con unas vistas preciosas de todo el puerto de Tazacorte, escuchando la voz de Basilio Bravo dándonos ánimos, que sensación más bonita, empiezo a creerme que lo voy a conseguir y voy emocionado en toda la bajada, bajo el ultimo escalón y allí está, lo que todo el mundo comenta: «el olor a calamares» que hacen que el estómago te dé un vuelco y te plantees sentarte en una terraza a pedirte una tapa.
Paso la alfombra del Puerto de Tazacorte (km 69), voy bien de tiempo y saludo a Yeray (Aiiiiiiidelante Team), que está allí animando a todo el que pasa, y a Basilio Bravo que micrófono en mano me dice que «en 1 horita a ritmo normal estás en Meta». Bebo algo, me echan una jarra de agua por la cabeza y salgo hacia el Barranco de Las Angustias (nombre totalmente apropiado) emocionado, el calor empieza a apretar ahí dentro metido y creo que es la parte en la que más he sudado en 70 kms. que llevo.
Después del paseo por el cauce llega una rampa interminable, con sucesión de curvas que nunca acaban, hasta, al fin, entrar en el pueblo de Los Llanos, allí empieza a recibirnos la gente en la calle, está anocheciendo justo en ese momento pero la gente sigue dando ánimos a todo el que pasa, una señora me grita «ERES UN HÉROE!!» y yo flipo, «un héroe yo? Pero que dice señora!! gracias!», los niños se acercan y me piden que les choque la mano, me dan ánimos, me ofrecen agua, no puedo evitar emocionarme de nuevo, la gente se levanta de sus sillas a aplaudir y gritarte ánimo, y yo me pego los 2 km. de recta trotando y con el nudo en la garganta, con la lágrima asomando al abismo pero con la sonrisa en la cara… esta carrera es increíble!.
Por fin!, última curva a Meta y entre gritos, ánimos y aplausos hasta de los Bomberos, ya con la lágrima deslizando la mejilla, veo a mis sobrinos, mi hermana y mi cuñado, un beso a cada uno y busco a mis padres y a Dalida, me despisto y no les veo aunque estén a apenas 2 metros de mí, tampoco oigo sus gritos, voy casi sordo y ciego de la emoción. Estoy que no me lo creo y decido cruzar la Meta por fin. Abro los brazos, empapándome de esa sensación que resulta de «CONSEGUIR REALIZAR UN SUEÑO», es indescriptible, lo conseguí.
Soñaba con ello hace unos años viendo la carrera por la tele, y hoy estoy aquí, soy uno de ellos, Finisher de la Transvulcania!. Por fin los veo, allí están, mis 3 mayores fans: mis padres y mi novia, y acudo a ellos a darles un gran abrazo y un beso, se lo merecen todo, por creer en mí y por ayudarme a conseguirlo, los quiero!.
Pregunto por Isra, por Rayco, por Sergio, me entero que todos han llegado bien y me alegro un montón, se lo merecen. Voy a ver a Rayco que está por allí y nos damos un sentido abrazo, lo conseguimos Pichón!.
Solo queda dar las gracias:
Gracias a los voluntarios, fuerzas de seguridad y sobre todo al pueblo palmero, esta carrera es grande gracias a ellos, sin duda la mejor carrera del mundo: «Transvulcania son ustedes, señores palmeros!», que dijo Cristofer.
Gracias a la familia de Rayco, que se preocuparon por mi siempre y me apoyaron en cada punto en el que me vieron.
Gracias Isra por toda la carrera que hicimos juntos, por las risas, los lamentos y los gritos de desesperación en algunos momentos, sin ti no habría sido lo mismo.
Gracias a todo aquel que me dio un buen consejo, intenté cumplir todos y cada uno de ellos y a la vista está que no me fue tan mal, tenían razón.
Gracias a los amigos de lejos, pendientes de mi, y preguntando a cada rato como iba.
Gracias a mi familia palmera, venezolana y pucelana, gracias!
Gracias primo Willy! por echarme una mano desde ahí arriba, esta carrera va por ti!.
Gracias a mi equipo, Pichón Trail Project, el seguimiento por whatsapp y redes sociales que hicieron con nosotros fue alucinante. Al leerlo todo me quede impresionado, son todos enormes, gente solidaria, buenos amigos y buenas personas por encima de todo, como le dije a Dioni: «UNA FAMILIA BRUTAL». Un recuerdo especial a Marino, a Isa, a Sonia… y a todos y todas aquellas que sufren está enfermedad tan cruel como es la EM, correré hasta que no me queden piernas con tal de llevar nuestro mensaje lo más lejos que pueda:
CORREMOS X LA ESCLEROSIS MÚLTIPLE.
Y gracias sobre todo a mi familia, a mi novia Dalida, a mis padres, mi hermana y mi cuñado y los 2 pequeñajos de la casa Marcos y Alicia, gracias por creer en mí siempre, por aguantar mis entrenos y manías, y por apoyarme en todo y mimarme tanto como lo hacen, les debo algo y por supuesto que se los daré!.
Y a ti, TRANSVULCANIA, decirte que sí, que por supuesto, que volveré.
Jon Hernández (Pichón Trail Project).