Nemo se aventuró a realizar, una vez más, el Camino de Santiago. Era la tercera vez que lo hacía con esa compañera de viaje con la que hace ya algún tiempo comparte toda su vida y que no es otra que la EM…Les dejamos con el relato de este grandisimo reto conseguido…
«Bueno y aquí me hallo 10 días después de terminar mi tercer camino de Santiago. En esta ocasión, al igual que el año pasado, inicié el camino en Villafranca del Bierzo (León). Por delante casi 200 kms hasta Santiago.
Esta vez, en Villafranca nos reuníamos mis compañeros escleróticos Joan y Sara, mi gran amigo y ejemplo, Sebastián, un hombre de 75 años que había empezado a andar en Logroño (unos 600 kms hasta Santiago). Y el sobrino de mi buen amigo José Antonio, Adrián.
El primer día fue bastante duro, a los 28 kms de etapa se le sumaban la mala planificación que este año tuve con el peso de la mochila. Fue un despertar demasiado pronto, salimos sobre las seis de la mañana andando las primeras dos horas completamente a oscuras. Una vez amanecido el día, el paisaje durante los primeros 20 kms era bastante feo y aburrido, carretera, carretera y más carretera. Hasta que por fin empezamos a subir a O’cebrerio, unos 600 metros de desnivel positivo para los últimos ocho kms. Llegar a la parroquia de O’cebreiro fue, este año, más sencillo que el año pasado pero mucho más cansado al subir con mayor ritmo.
El segundo día iríamos a Triacastela descendiendo en 21 kms unos 650 metros, este fue el peor día ya que la constante bajada hizo que se me cargaran mucho las piernas y tuviera algo de dolor en la rodilla. Por el contrario, Sebastián y Adrián iban como si nada y Sara tampoco parecía que le afectara mucho las constantes rampas. Joan, al igual que yo, iba también un poco cargado de la rodilla.
El tercer día nos encaminábamos hacia Sarria donde nos reunimos con el resto de la expedición esclerótica: Raquel, Jorge, Rosalía, Anuska, Teresa y Zayra. También se unían amigos y familiares del resto, ahí estaban: Eva, Paqui y Jesús. En esta etapa ya me solté a experimentar un poco más el minimalismo que llevo un año practicando, y me dediqué a ir en sandalias la mitad de la etapa (he de decir que con una mochila a la espalda es algo más duro).
El cuarto día, ya con toda la expedición en marcha comenzaba también de noche aunque por poco tiempo. Salimos con los frontales pero en unos 45 minutos ya no los necesitábamos. Esta etapa estuve andando casi todo el tiempo con Teresa. Fuimos andando tranquilamente, sin prisa pero sin pausa y, así pasito a pasito, llegamos a Portomarín. Este pueblo es conocido por haber sido trasladado desde el ahora lecho del rio Miño hasta su ubicación actual unos metros más arriba. Comimos en un buen restaurante pues los 20 y tantos kms lo merecían.
El quinto día se presentaba más tranquilo eran únicamente 22 kms muy llanos y casi todo el rato al lado de una carretera, por lo que este quinto día fue bastante aburrido. Llegamos a Palas de Rey y, cómo no, lo primero que hicimos fue ir a comer jajaja.
El sexto día se presentaba más difícil, con recompensa en mitad del camino en forma de unos de los mejores pulpos a feira que he comido en mi vida, pero lleno de subidas y bajadas. Como ya me lo conocía de los dos años anteriores ese día decidí dejar de lado la mochila para no sufrir más de la cuenta. También este día nos encontramos con el primer abandono en los tres años que llevábamos en el camino, una de las chicas tuvo que volverse a casa por problemas de salud que afortunadamente no fueron un brote. Ya camino a Arzua, los primeros kms desde Palas fueron muy sencillos, la ausencia de mochila se notaba y los pies se estaban comportando. Pero no todo iba a ser sencillo, sobre las tres horas empecé a notar molestias en los pies, el estrenar botas y un par de calcetines que me compré el día anterior me estaba pasando factura, por lo que en cuanto llegué a Melide a comer pulpo, a eso de la una de la tarde, decidí cambiarme a sandalias para liberar tensión y el calor en los pies. A partir de ahí todo fue bastante más sencillo. Mis compañeras también lo estaban pasando mal, había dos chicas que tenían los pies con ampollas enormes y otras con las rodillas bastante machacadas de tanto subir y bajar. Poco a poco fuimos llegando a Ribadixo, una aldea donde el albergue está a la orilla del río y es uno de los parajes más bonitos de todo el camino. Nos quedamos tomando una Coca Cola en el único bar que hay en la aldea y esperando a algunas compañeras que iban retrasadas por las ampollas. Una vez que llegaron seguimos nuestro camino a Arzua que solamente faltaban dos kms aunque de subida horrible que cuando terminamos fue un descanso para mis pies que no podían más. Al finalizar este sexto día dudé si estaba en condiciones de terminar pero con unos cuantos antiinflamatorios todo iba a ser más fácil. Ese día dormí como nunca y recuperé muchísimo gracias a eso.
Gracias a dormir tanto y tan bien afronté el séptimo día con una facilidad que me sorprendió, ¡¡llevé la mochila y todo!! Aunque este séptimo día no era especialmente bonito, el sentir que te aproximas tanto a Santiago te empieza a despertar una doble sensación de alegría por llegar pero tristeza porque se acaba, parecida a la sensación de últimos dos kms en una carrera. Ese último día nos dimos un homenaje nocturno en forma de cena y en forma de albergue un poco “más lujoso”. En la cena comimos una buena carne después de haber disfrutado de una de las mejores duchas que recuerdo. Llegar destrozado de andar y que puedas disfrutar desde hace días de una ducha sobresaliente es algo que no se puede describir con palabras, tras eso, el poder ir a dormir una hora más tarde que el resto de días se agradece para cenar con calma y dar un paseíto y estirar las piernas.
Hago un pequeño paréntesis para comentar que si decides dormir en albergues públicos, que son los más económicos, has de amoldarte a los horarios. Los albergues abren a la una de la tarde y cierran puertas a las 10 de la noche. Apagan luces a esa hora más o menos o un poco más tarde, y encienden las luces a las 6:30 -7:00 de la mañana. Excepto si te toca un cambio de hora de por medio y se les olvida retrasarlo como nos pasó en Portomarín que se encendieron las luces a las 5:30. Por todo lo demás, en los albergues públicos verás gente de todas culturas y con multitud de historias. Practicarás idiomas gratis y aprenderás diferentes formas de cocinar, algunas muy ingeniosas.
Y así, en nuestro albergue privado, nos despertamos el último día para encaminarnos a Santiago. Esta etapa la habíamos empezado los dos últimos años de noche cerrada y no habíamos podido ver el precioso bosque que atravesábamos. Este año empezamos ya de día y pudimos contemplar el bosque de robles que atravesamos, una auténtica pasada. Una vez abandonado el bosque el paisaje es todo lo contrario, al aeropuerto, donde si tienes suerte puedes ver y oír de cerca algún avión, fábricas y estudios de televisión, carretera y más carretera… hasta que llegas al Monte do Gozo y, por fin, este año pudimos parar a tomar un café antes de subir al montecito. Allí nos hicimos la foto de grupo de rigor y desde allí nos fuimos todos juntos hacia Santiago, que quedarían unos tres o cinco kms, pero este año por unas inoportunas obras se nos alargó en tres kms más. Aun así desde Monte do Gozo fuimos todos más o menos juntos hasta la plaza del Obradroiro. Cuando llegas a la plaza donde se encuentra la catedral de Santiago te invaden un montón de sentimientos, primero una sensación de he llegado y he podido, segundo una sensación de pena porque el camino se acaba, tercero unas ganas locas de pasarlo bien y reventar la noche de Santiago, cuarto también unas ganas locas de irte a dormir y no saber nada de nadie hasta pasado un mes por lo menos y quinto una sensación de que te han tomado el pelo, la catedral lleva de obras un montón de años y nunca parece terminar. Acompañando todo eso un montón de besos y abrazos por parte de todos los integrantes mezclado con unas cuantas decenas de fotos.
La verdad que después de esos sentimientos lo que hicimos fue lo típico que hacen los peregrinos al llegar: ir a por la Compostela (en mi caso por tercera vez), ir a comer todos juntos y quedar para cenar y tomar unas copichuelas. Este año fue todo muy rápido, menos la cola de la Compostela… una hora de cola esperando a que te den el dichoso escrito.
Más tarde fuimos a comer a uno de los pocos sitios que ofrecía un menú asequible (era día uno de noviembre). En la comida multitud de brindis, más fotos, vídeos, dedicatorias… y muchos deseos de repetir… os tengo que confesar algo, si repites, cada vez querrás hacer más distancia y eso, es adictivo… imagino que como el trail.
Epilogo: la última cena fue en Santiago en el famoso bar París, pero no nos vimos con las fuerzas suficientes de hacer el París-Dakar (una carrera por los bares que hay desde el París hasta el Dakar) así que sólo fuimos a un par de sitios de copas y bailoteos y a dormir… y por fin, de vuelta al hotel, ¡¡¡¡¡LLOVIÓ!!!!! (Tras tres años subiendo a Galicia por fin vi agua caer del cielo…)
Nemo.