«La historia empieza allá por Diciembre del año pasado cuando, sin apenas esperanzas de que el sorteo me diera una alegría, eché la preinscripción para la UTMB en su modalidad OCC de 55 km, la cual ya me parecía bastante dura y el resto de distancias me parecían demasiado para mis condiciones, tal vez otro año… quien sabe!. Pues sí, me tocó una plaza, así que casi sobre la marcha nos ponemos a planificar viaje, hotel, etc, y como no, la semana de después de la carrera, unas merecidas vacaciones por la zona que seguro que me dejarán recuperarme en condiciones.
La carrera es un Jueves y planeamos el viaje para el Martes, con su escala amplia en Madrid para ver amigos, descansar, y al día siguiente estar en Chamonix con tiempo para recoger dorsal, descansar otro poco y llegar a la salida en plenas facultades. Pero al llegar al aeropuerto la cosa se tuerce, el vuelo tiene un ligero retraso, según la empleada de Iberia de 10 minutos, según la pantalla de la puerta de embarque 6 horas!. Resultado: no llegamos a Madrid a tiempo de descansar, toca dormir en el aeropuerto, disfrutar de su duro suelo, de algún bocadillo a precio de oro y esperar el vuelo a los Alpes, que este si sale en hora. Ya en Chamonix, a toda prisa para recoger el dorsal con encuentro casual con Efrén Segundo (canario que el año pasado hizo buen papel aquí y viene con ganas, finalmente quedaría 4º en la OCC), Paquito y algún otro canario. Me dan unos últimos consejos de cara a la carrera, hablamos sobre el calor que hará (se esperan 30-35 grados) y sobre todo que disfrute del entorno y que mi falta de descanso (dormiría apenas 5 horas en 2 días) no me eche a perder la experiencia de cruzar esa mítica meta en Chamonix. Cenamos por fin algo caliente, una buena pizza y después de preparar la mochila (se me hace extraño que prevean 35 grados y tenga que cargar un chubasquero y una malla larga), a dormir un par de horas.
Me despierto y ya está Dalida en pie, preparándome un par de crepes de Nutella para la carrera, también está nerviosa y es que se pasará toda la carrera siguiéndome en los avituallamientos con una guagua que prepara la organización. Un desayuno potente y salimos juntos hacia el transporte que nos llevará a los dos a la salida y al llegar allí últimos retoques: unas risas viendo a las señoras en pijama y albornoz pero con sus zapas Salomon bien puestas, un café, visita al baño, llenado de agua, cuadrar avituallamientos donde nos veremos y caminando cada uno a nuestra particular salida.
La plaza de Orsiéres está a tope, somos 1600 corredores en la plaza del pueblo, pequeña, el ambiente es espectacular y entre la multitud distingo un buff con la bandera de Canarias, es Pino, una chica canariona que como yo viene a disfrutar, aunque estemos los dos de los nervios, charlamos un buen rato sobre nuestra tierra, nuestras carreras y nuestros corredores, y de lo impresionante que es esto, las montañas que nos rodean. Nos deseamos suerte y escuchamos la cuenta atrás en francés. El speaker se deja el alma gritando y salimos a toda mecha, sorprendentemente no hay tapón bajo el arco y la salida es bastante rápida. Me sitúo en mi ritmo crucero y me pasa hasta el caracol más lento de la zona, pero al mirar adelante y ver la subida/muralla que empieza un poco más adelante me mantengo tranquilo. Muchos niños a los lados gritando y animando, “alléz alléz! Bravo!!” es el grito más repetido, los pelos de punta al ver con que ilusión vive esta gente la carrera.
Empieza la pechada, una pista que sube en zigzag con bastante pendiente, que luego se convierte en un sendero con más pendiente aún, adelanto a algunos corredores mientras escucho cencerros más arriba y pienso que allí se debe acabar la subida. Pues no!, los cencerros eran unas vacas que nos miraban riéndose de nosotros: “no os queda nada…” parecían decir sus caras. Me encuentro fatigado pero no me preocupa, siempre me pasa y con el paso de los kilómetros acabo encontrando mi sitio y logro recuperar y empezar a disfrutar. Pasa la primera hora y me suena la alarma de sales y comida, así que una capsulita y una barrita, a ver si me sienta bien. Por fin llega el primer avituallamiento, voy detrás de una japonesa a la que al llegar, una familiar le da un bote de reflex y se lo echa en la rodilla. Inmediatamente aparece un juez de carrera que le dice a gritos en inglés que está descalificada por recibir asistencia en un punto no autorizado, me quedo con cara de flipado y la japonesa aún más, se acabó su carrera. Parece que estos tíos no se andan con rodeos. En el avituallamiento un vaso de cocacola, relleno agua y seguimos.
Empieza una bajada suave por una pista cruzando algunos riachuelos, en cada uno de ellos meto la
gorra y me echo agua en la cabeza, el calor empieza a apretar y mejor intentar ir lo más fresco posible. A pesar de que es una bajada idónea para aumentar un poquito el ritmo, me siento bastante flojo para apretar y mi trote es lentísimo, me pasan más corredores y esto me desmoraliza, sobre todo al terminar la bajada y ver que la subida que viene es peor aún que la anterior. Es un sendero pedregoso que no tiene ni curvas, asciende por una montaña en línea recta con una pendiente brutal, la vegetación no nos cubre y vamos al sol, el calor la convierte en un martirio y empiezan a acumularse corredores sentados a los lados con cara de poca energía, en algunos momentos estoy a punto de sentarme yo también, siento que las piernas no me ayudan y subo a un ritmo lentísimo, se me hace eterna y al repasar mentalmente lo que queda de carrera, me empieza a rondar la idea de tener que retirarme. Miro a mi alrededor y el paisaje es espectacular, estamos rodeados de montañas cubiertas de nieve, vacas, riachuelos, mi mente se evade un poco del sufrimiento y me ayuda a terminar la subida hasta «La Giette». Por fin parece que se acaba el martirio y empieza la bajada, a ver si troto un poco y me recupero, pero no, al empezar a correr me cuesta horrores, es como si llevara 60 km. y apenas estamos en el 20, mi cabeza me lo confirma: “Al llegar al avituallamiento del 26 (Trient) te retiras, si hoy no vas, no vas”.
Hago toda la bajada lamentándome, pensando que la culpa de todo es de Iberia por no dejarme dormir, que no pude comer bien el día anterior, que el año que viene seguro que vengo otra vez… voy muy tocado, estar aquí ha sido un sacrificio, mi filosofía en carrera la sabe quien me conoce “yo estoy aquí para disfrutar, sino disfruto, prefiero retirarme”. Al llegar al avituallamiento está Dalida esperándome y la veo a lo lejos, está a pleno sol, esperando hace horas para que pase por allí y hablar apenas 1 minuto, antes de llegar donde está lo veo claro y hablo con mí mismo: “no se merece que lo intentes? échale valor y pruebalo un poco más, la siguiente subida y sino recuperas te retiras en el siguiente, pero inténtalo”. Por fin llego donde está y se lo digo: “No voy bien, voy fatal y hoy parece que no soy yo, pero esto lo acabo por c***nes”, creo que la he asustado pero cree ciegamente en mí y me da ánimos, me dice que siga, que sabe que puedo. Parecemos un par de idiotas despidiéndonos entre lágrimas, pero para nosotros esto significa mucho. Se acabó la tontería, vamos a por ello.
En el avituallamiento me surto de Coca-cola, barritas, galletas y me doy una ducha con el agua de una manguera, observo que hay mucha gente que se retira allí, la carrera está siendo dura, no son cosas mías. Salgo de allí y empieza la subida inmediatamente, es peor que la anterior, 800 metros positivos en apenas 4 km. así que empezaré con paciencia, me viene Javi a la mente… “cabeza Jon, cabeza”. Alcanzo un grupo de chicas portuguesas que llevan buena cara y buen ritmo, charlo con ellas un rato, son de Madeira, decido quedarme en el grupo y nos vamos dando relevos para subir. Cuando me doy cuenta miro atrás y no las veo, ¿parece que he acelerado demasiado?, lo cierto es que de repente me noto bien, llevo la sonrisa en la cara y me gusta el paisaje que veo, huele a vaca, a río, me baño en cada uno de ellos y además adelanto gente, algunos sentados a los lados intentando recuperar, les doy ánimos y sigo y de buenas a primeras estoy arriba!, SI! parece que vuelvo a ser yo!, la bajada la empiezo suave, de manera cómoda pero casi sin querer y debido a lo empinada que es empiezo a acelerar, me siento rápido bajando, parece mentira que hace apenas 1 hora estuviera tan mal, voy adelantando gente que baja caminando y me miran pensando “este tío donde va! seguro que luego paga el esfuerzo”, y que más da?. Llego hasta una corredora (húngara?) que va bajando como un avión, y me hace un gesto para que la pase, lo hago y noto que la tía no se me despega, vamos bajando los dos a tope, disfrutando, al rato la dejo pasar y seguimos bajando juntos, que gozada, ahora si que disfruto de esto!. Y ahí está, otro avituallamiento, Vallorcine, veo a Dalida y nada más verme le cambia la cara de preocupación a alegría, le doy un abrazo enorme y hablamos un minuto, me dice que de el avituallamiento anterior a este he adelantado casi 200 puestos, en apenas 10 kilometros me ha cambiado la perspectiva, ya no quiero retirarme, quiero más de esto, de disfrutar, de vivir la montaña!. Hora de comer y rehidratarse… más cocacola (empiezo a notar turbulencias en las zonas bajas), unas galletas saladas, frutos secos, ¿sopa? en serio ¿hay sopa con este calor? Uff!.
Me despido de Dalida, ya no nos veremos hasta Meta, salgo pitando de allí, aquel avituallamiento si que es un verdadero cementerio de corredores y no quiero contagiarme de negatividad. Empieza un
largo llaneo junto a un río en el que a los lados hay corredores parándose continuamente, uno de ellos me pone nervioso porque no hace sino pararse, le adelanto y al rato me adelanta el y se vuelve a parar, la historia se repite 4 o 5 veces hasta que veo que se para y me hace el gesto de «se acabó para mí», aún habiéndole odiado durante unos minutos me detengo a preguntarle si quiere algo y si está bien y me dice que no, que vuelve al avituallamiento a retirarse, nos damos ánimos y continúo.
Seguimos al trote y nos cruzamos con el gran Miguel Heras, que está entrenando para la UTMB que sale al día siguiente, nos da ánimos y nos dice que sin mirar arriba para no desmoralizarnos y que después ya lo tenemos hecho. Como no, al escucharlo lo primero que hago es mirar arriba y veo en lo alto, miento, muy en lo alto! un zigzag de corredores, otro muro más que subir. Miro el perfil que tengo dibujado en mi brazo y veo que “es un piquito”, pero alguien ya me avisó de que no le hiciera caso al perfil, esta era la verdadera “matadora” de la carrera, y vaya si tenían razón, subida vertical y dura de apenas 1,5 kilómetros con 600 de desnivel. Por el camino más corredores a los lados, me fijo en un japonés que lleva una pegatina en la mochila que pone “Medical”, supongo que algún médico le ha atendido y esto supondrá algún tipo de penalización para el. La subida se hace más dura según avanzamos y se convierte en escalera. Por fin coronamos y siento un gran alivio, me encuentro bien y por fin podré correr otro poquito al bajar… ¿correr? jajaja, la bajada es imposible para correr, está llena de escalones estrechos y muchas raíces y ramas obstaculizan el camino y el poder divisar bien donde irá el siguiente paso, así que reflexiono: «tampoco es cuestión de echar a perder la carrera a estas alturas con alguna caída». Parece que los demás piensan lo mismo y nos juntamos en un grupo de más de 30 y bajamos todos andando, excursión de senderismo en pleno UTMB, poquito a poco llegamos al final e inmediatamente empieza la última subida a “La Flegére”, una estación de esquí a 2100 m. en la que la parte final está libre de vegetación y con el calor se hace bastante dura. Hay un momento en el que miro a la derecha y veo una cabaña, hay 2 tíos dentro de un jacuzzi con su jarra de cerveza fría en la mano… ¿es verdad? ¿alucino?, los imagino rodando colina abajo mientras les robo el jacuzzi y me sumerjo yo en el, va a ser que si alucino… mejor sigo corriendo.
Último avituallamiento, un subidón al pensar que por fin tengo esto en la mano, y apenas paro a rellenar agua y salgo zumbado hacia abajo. La bajada son 7 km. con -1000m. bastante cómodos para correr y así lo hago, me lanzo en la bajada ya pensando en cuando llegue a meta, lo que me voy a encontrar, lo que voy a sentir, cuantas uñas negras esta vez, etc.
Freno en medio del camino porque veo una chica tirada con una herida en la pierna, la ayudo a levantarse y me dice en inglés que uno de sus bastones se ha ido monte abajo, a la tía no se le ocurre otra cosa que deslizarse por fuera del sendero a coger el bastón, le digo en ingles que está loca, ¿y ahora como subes?, decido descolgarme un poco sujetándome a un tronco, alargo mi bastón, la chica se agarra a él y sube poco a poco con mi ayuda hasta que consigue llegar al sendero, yo también salvo el percance sin problemas, la chica era rusa… de otra pasta. En ese intervalo de tiempo han pasado por nuestra posición unos 20 corredores, ni tan siquiera uno de ellos se paró a mirar lo que hacíamos, tampoco nos ofrecieron ayuda, muchas gracias por ese espíritu montañero!.
La tierra se convierte en asfalto en un segundo y ya estoy en Chamonix, alguien me grita que faltan 2 km. y subo un poquito el ritmo, muchos niños con banderas me gritan al pasar, y cuando creo que quedan unos metros saco la mítica pancarta de los Pichones, pero parece que hay que dar un rodeo por medio pueblo y me tiro 10 minutos con la pancarta desplegada, escucho aplausos, ánimos, y gritos a favor de nuestra causa, que pasada!, otra línea de meta más con la lagrimita asomando y los pelos de punta. Se ha hecho dura, más de lo que esperaba pero ya está en el bolsillo. El speaker me felicita en francés por la noble causa que hemos conseguido llevar hasta la más mítica meta del Trail y al fin cruzo la meta, un gran abrazo con Dalida, esta vez si es verdad que sin ella y su apoyo no habría conseguido llegar hasta aquí. Costó muchísimo, primera vez que me planteo seriamente retirarme de una carrera pero ella consiguió levantarme el ánimo cuando estaba a punto de rendirme y gracias a ella lo conseguí, #rendirsenoesunaopción.
Otra meta más, otro sueño más cumplido. Y que sigamos cumpliéndolos!
Desde aquí millones de gracias a todo mi equipo PICHÓN TRAIL PROJECT y a mi familia por el apoyo recibido y el seguimiento durante la carrera, son ustedes increíbles!.
Lo siguiente: unas pequeñas vacaciones y vuelta a la montaña, se acercan nuevos retos y no podemos parar.
P.D.: Chamonix, algún día volveremos a vernos, ¿CCC? ¿TDS? ¿UTMB?, quién sabe…»
Jon